viernes, 16 de septiembre de 2011

CRITICA DE CESAR ARIEL FIORAVANTI

Cuando Dios amasó el barro, con que luego hizo al hombre, del bollo obtuvo dos amasijos, uno, mantuvo el calor de su mano, el otro se enfrió en la tabla.

De éste hizo a los calculadores, desaprensivos, hipócritas, interesados bastardos que especulan y medran con la congoja humana, que deja caer en el infierno para que rediman todos sus males.

Con el primero fue el que modelo a Eva y Adán, para colocar en la Tierra al Hombre Pleno, con sus virtudes y pequeños defectos, los que aman al otro sacrifican horas de su personal existencia, para entregarla al prójimo, para mejorarlo y dignificarlo. Los que asumen una vida recoleta, porque creen en el valor del silencio y trozan su pan para compartirlo en la pobreza, los que luchan para que cada día hallan menos olvidados en este despiadado mundo.

A esta reducida Raza de Nobles Arquetipos, pertenece Hugo Balmaceda, que sabe expresarse a través de una pintura de rico empaste y magro color. Proveniente de una figuración representativa del dolor humano, mantuvo encendido un arte con esperanza y hoy madurando en el trabajo consciente y reflexivo sabe cual es su misión.

Siempre América fue su fuente de inspiración que con un denso poder de síntesis, en estas obras nos reflota una tradición que nos parecía perdida. Es que el estudioso no se queda con el librito que le regalan, Hugo bucea en las leyendas e imágenes de sus ancestros Lulescos, Vilelas y Tonocoteses, culturas desaparecidas gracias a la civilización dicha: "Occidental y Cristiana".

El, asumido, como forzada mezcla de sangre, encuentra en los gruesos trazos de rígidos planos, la expresión potenciada de aquella estética telúrica. Un cosido, que une plano con plano, recuerda que esteras de cuero eran testigos de los ritos mágicos donde se imploraba la bendición de agua bajo los ruegos al Dios Sol.

El negro humo, el blanco tiza y el ocre de la tierra, son los dominantes de una rica paleta policroma, que aquellos primitivos no tenían a su alcance. BALMACEDA nos ayuda con su simbólica y depurada plástica, a comprender esa fuerza interior que día a día accede con más poder desde las mismas entrañas de la Pachamama que lo vio nacer.

CESAR ARIEL FIORAVANTI

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